Eros y Psique

La palabra psicología viene de psique, cuyo origen es griego (psyché) y originalmente significó hálito, haciendo alusión al aliento que acompaña al ser humano desde el nacimiento a la muerte (y que acorde a esta tradición tendría una existencia autónoma después de aquella), por lo que está asociada simbólicamente con la vida y así pasó a tener su significado como “alma”. La psique, por tanto, es un concepto que designa la fuerza vital de un individuo. Se puede advertir también, cómo está conectada con el concepto del soplo divino con el que Dios crea al ser humano. Es así como se la asocia con la parte inmaterial que da vida al individuo, y como, a medida que se empieza a aterrizar este concepto, se la vincula con la mente, concepto que viene del latín y que significa la “potencia intelectual del alma”, y, por tanto, designa directamente al pensamiento y a la voluntad.
En esta evolución, nace la psicología, como el estudio del alma o la mente humana, hasta convertirse en una disciplina científica, con todo el rigor y aspiraciones propias de la ciencia. Pero antes de esto, este concepto ya empieza a formarse, como hemos visto, desde la antigüedad misma, y siendo el mito el lenguaje de la antigüedad, voy a compartir precisamente uno de aquellos que hace alusión al término que da origen al nombre de esta ciencia, y que ilustra aspectos fundamentales del alma humana, se trata de:  “El mito de Eros y Psique” (originalmente preservado en forma escrita en una obra greco-romana de Apuleyo, conocida como “Las Metamorfosis” o “El Asno de Oro”, en el siglo II d.C., pero de tradición oral aún más antigua).
Cuenta la historia que hace mucho tiempo existió un rey y una reina que tenían tres hijas. La menor, Psique, de tan deslumbrante belleza que era adorada por los humanos como una reencarnación de la diosa Afrodita.  La diosa, celosa de la belleza de la mortal Psique, ordenó a su hijo Eros que intercediera para hacer que la joven se enamorase del hombre más horrendo y vil que pudiera existir.
Por su parte, la belleza no había traído a Psique felicidad alguna. Los hombres la idolatraban de mil maneras, pero ninguno osaba acercársele ni pedir su mano. Los preocupados padres consultaron al Oráculo de Apolo para determinar qué le depararía el destino a su hija. Lejos de encontrar consuelo, el Oráculo predijo que Psique se casaría en la cumbre de la montaña con un monstruo de otro mundo. Psique aceptó amargamente su destino, y obedeciendo al Oráculo, sus padres la llevaron hasta la cima de la montaña seguidos por una larga procesión, donde  la abandonaron en llanto para enfrentar a una muerte segura.
Así la encontró el Céfiro (viento del Oeste), quien la elevó por sobre las montañas hasta depositarla en un valle colmado de flores. Al despertar, Psique se internó en el bosque cercano siguiendo el sonido del agua. Lo que encontró fue un hermoso palacio, de indescriptible lujo y belleza, y voces sin cuerpo susurrando que el palacio le pertenecía y que todos estaban allí para servirla. Esa noche, mientras yacía en la oscuridad de su nueva alcoba, un desconocido la visitó para hacerla su esposa. Su voz era suave y amable, pero él no se dejaba ver a la luz del día, lo cual despertaba la curiosidad de Psique que deseaba conocer su rostro.
Con el paso del tiempo, Psique comenzó a sentir desasosiego y sufría por sentirse sola. Extrañaba a sus hermanas, a quienes no veía desde hace tiempo y esto le causaba tristeza. Imploró entonces a su esposo que le permitiera recibir la visita de sus hermanas, pero este le advirtió que ellas tratarían de incitar su curiosidad y la alentarían a intentar develar la identidad de su marido. Él le advertía una y otra vez que no se dejara persuadir por sus hermanas, ya que el día en que ella viera su cara no lo volvería a ver y sería el día en que acabaría su felicidad.
Finalmente, Eros cedió ante las intensas súplicas de Psique y pidió al viento Céfiro que acercara a las hermanas al palacio. Estas, ante la visión de tanto lujo y belleza, ardieron de celos y envidia ante la buena fortuna que había tocado a su hermana, a quien indagaron quién era su consorte hasta que Psique admitió que no lo sabía. Antes de retirarse la convencieron de que realmente solo un monstruo ocultaría su identidad y le sugirieron un detallado plan de acción, que se basaba en esperar que el sueño venciera a su marido para luego acercarse a él con una lámpara y un puñal dispuesta a acabar con su vida.
Esa misma noche, Psique esperó a que su marido se durmiera junto a ella y encendió su lámpara para observarlo. A quien vio fue al más hermoso de los dioses, el mismísimo Eros. El cuchillo cayó de sus manos y mientras observaba extasiada esa imagen gloriosa, una gota de aceite proveniente de la lámpara cayó en el hombro de Eros. Este despertó y librándose del abrazo y los lamentos de Psique, expresó su decepción por la traición a su amor. Le contó que él mismo desobedeció las órdenes de su propia madre al enamorarse de ella, pero que ya todo estaba arruinado. Y así desplegó sus alas y se fue.
Psique comienza entonces una búsqueda desesperada por encontrar a Eros, que culmina en su llegada al templo de Afrodita. Esta, llena de ira y deseos de venganza, rasga las vestiduras de Psique y le encomienda tareas imposibles, como clasificar miríadas de semillas distintas. Psique recibe ayuda de distintos dioses y fuerzas de la naturaleza que hacen posible que complete estos desafíos. Afrodita entonces inventa un nuevo castigo para Psique: ella deberá internarse en el inframundo en busca de Perséfone, reina del inframundo, para rogarle que le diese un poco de su belleza dentro de un cofre. Sorteando varias dificultades, Psique cumple con la tarea y comienza su viaje de vuelta hacia la luz. En el camino, cae presa nuevamente de la curiosidad. Atraída por el deseo de agradarle más a su amado adornándose de belleza divina, abre el cofre e inmediatamente cae en un sueño mórbido.
Mientras tanto Eros, recién recuperado de su herida, sale en búsqueda de su amada para despertarla de su sueño. Luego se dirige a visitar a Zeus para rogar al Dios que tuviera compasión de Psique y la hiciera inmortal para que pudiera vivir con él en los cielos. Zeus se compadeció de Eros y apaciguó a Afrodita diciéndole que este sería un casamiento digno de su hijo. Así es que ordenó el casamiento de Eros y Psique, que duraría para siempre.
Según Apuleyo, la hija nacida de ambos llevaría el nombre “Hedoné”, que significa placer.
Así como el mito es el lenguaje de la antigüedad, el simbolismo es el lenguaje del mito. Y este caso no es la excepción, remontándonos, como hemos visto, al origen de la palabra que en la actualidad se usa para llamar a la ciencia de la mente y el comportamiento, la psique es una mortal de suma belleza que enamora al mismísimo Dios del amor y el deseo, y que recorre una trama que expone muchos de los puntos fundamentales  de la experiencia emocional humana. Antes que nada, el que la psique, el alma (o la mente) humana, sean representados por una mortal (que se torna inmortal) de incomparable belleza, hace justicia precisamente a lo mejor que podemos proponer del espíritu humano, en su estado o esencia más pura, más transparente y más prometedora. Lo que sostiene y sobre lo cual fluye la exuberancia vital de la naturaleza materializada en el ser humano como ser que desarrolla la conciencia. En este contexto, el aspecto divino, representado por Eros, confluye con el aspecto mortal, representado por el alma humana (Psique), y se unen en el amor y el mutuo deseo, en el encuentro del nivel espiritual y el nivel terrenal en la oportunidad de la existencia. Dios, o el aspecto divino, ha dado creación al ser humano y ambos están intrincadamente unidos en el devenir de la existencia.
Esta es la representación esencial y abarcadora presentada en este mito a nivel simbólico. Algunos de los elementos más destacables del texto, desde esta misma óptica -la simbólica, también son:  la presencia del Céfiro o viento del oeste (quien lleva a Psique hacia los dominios de Eros), que representa el viento suave asociado a la primavera, y por lo tanto al florecimiento y la fertilidad; hace alusión a la fase del florecimiento juvenil como ciclo de la vida para el enamoramiento y la siembra (tanto en sentido literal como en sentido simbólico). La vida humana, al igual que la naturaleza, tiene ciclos y fases naturales. A continuación, Psique se interna en el bosque, que es una representación del inconsciente humano, el cual, como nos enseña la tradición analítica, compone la mayor parte de la mente, y en el cual, la protagonista se interna siguiendo el sonido del agua, que también representa el seguir a las emociones, que son usualmente simbolizadas en su fluidez por este elemento natural, que también simboliza al espíritu en su discurrir.
Finalmente, Psique llega a un hermoso palacio “de indescriptible lujo y belleza”, el cual representa, en términos psicológicos, al Yo, como centro del mundo personal y también reflejo del universo; en el caso del palacio, representa al Yo en su aspecto de mayor magnificencia, donde mora el “soberano”, que es la conciencia trascendente, y donde residen también sus secretos, tesoros y riquezas, que representan aquel potencial humano en confluencia con el aspecto trascendente de la naturaleza. Es allí, donde según dice el relato, “voces sin cuerpo” le susurran a Psique que el palacio le pertenece y están allí para servirle; estas pueden ser interpretadas como los espíritus de los antepasados, que han vivido antes para dar esta vida y a través de ella permanecen para servirla.
En el palacio, Psique es encontrada en medio de la oscuridad por Eros, el amor, esto representa la etapa en que el ser humano alcanza su madurez sexual y una suficiente madurez emocional para entablar una relación de enamoramiento, lo cual sucede todavía en medio, de una considerable “oscuridad”, que representa a su vez, un grado de inconsciencia, que también es inocencia y aún inmadurez en el aspecto emocional. Se arriba antes a una madurez sexual puramente fisiológica pero aún hay mucho que aprender en esta danza, ya que la atracción, como proceso natural, va más allá de nuestro completo control consciente, como lo puede constatar cualquier persona que la haya vivido. Por este mismo motivo, dicha situación desencadena una serie de eventos que, así como las vicisitudes que se presentan en este mito, tienen su paralelo en la realidad de la vida concreta y emocional de cualquier enamorado. La presente historia refleja varios elementos propios de este proceso: la oscuridad o inconsciencia primera ya mencionada en que se da el encuentro como si estuviese predestinado; el desconocido (o desconocida) de voz “suave y amable” que no permite ser visto(a) a la “luz del día”, que representa el esconder parte de la propia naturaleza o mostrar la “mejor cara” en la etapa de enamoramiento; el creciente desasosiego que sale a flote cuando esta primera etapa se va desvaneciendo y que genera el deseo de los amantes por retornar (si acaso al menos parcialmente) a sus vidas individuales, y la creciente curiosidad que acompaña a esta suavización de la pasión por ir reconociendo a la pareja en sus realidades ocultas después de aquella inicial infatuación. A esto último, le sucede una o varias inevitables decepciones, representadas en este mito por la lámpara, la gota de aceite que cae sobre Eros y el sentimiento de traición y pérdida de la confianza entre los amantes.
Pese a esto, sin embargo no sin antes pasar por toda clase de pruebas y adversidades, que representan un auténtico periodo de purga de la relación, en el que Psique además recibe ayuda de lo que podríamos llamar providencia divina y se ve obligada a visitar inclusive el inframundo (o el infierno en términos modernos), también representativo de los peligros más oscuros del inconsciente o, en otras palabras, de las partes personales aún no integradas y aceptadas, los protagonistas de la historia, sin perder ni renunciar a su deseo, se terminan reencontrando en este camino de búsqueda mutua para, una vez reconocido su amor, tanto por el plano divino como por el terrenal (Omnia Vincit Amor-El Amor Todo Lo Vence) -esto quiere decir que se ha atravesado por un proceso de compenetración auténtica entre las personalidades individuales-, arribar a un verdadero prototipo del tradicional final feliz (que hoy se sigue usando en representaciones televisivas, cinematográficas y demás), en el que quedan unidos para siempre, como corresponde a un mito que ilustra un aspecto tan esencial de la naturaleza humana y de su unión indivisible con las consideraciones terrenales y espirituales de la existencia.
Así, el mito de Eros y Psique nos introduce pues, al alma humana, y este ha sido apenas un breve y superficial análisis de algunos de los elementos fundamentales que la componen. Queda mucho terreno por cubrir, y desde diversas ópticas. En este camino, un buen y valioso objetivo, así como tenemos elementos fundamentales, será llegar a descubrir, principios fundamentales. Y por supuesto, disfrutarlo.

Bienvenidos.

Comentarios